Llevo unas semanas de medio parón. Casi sin querer.
No porque haya pasado nada, de hecho mi previsión era seguir igual de activa en agosto que el resto del año.
Pero mi cuerpo y alma me han pedido un alto durante el verano. Y lo he respetado.
Porque nada puede pasar por delante de nuestro bienestar, ¿no crees?
A veces la autoexigencia me hace forzarme demasiado, es como que entro en la rueda del hámster y no tengo fin, pierdo la perspectiva y de repente estoy en un embolado de cosas que no quiero hacer.
Por eso es tan valioso para mí poner luz y consciencia a lo que me nace cuando estoy de parón, cuando he parado máquinas voluntaria o involuntariamente. Y sobre esto reflexiono en este episodio.
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